NUEVO TEATRO ANDINO
“LA CONTROVERSIA DE VALLADOLID” EN ESCENA
Escribe: Julio Antonio Gutiérrez Samanez
Era la mañana de un sábado soleado en la plaza de armas del Cusco, mi amigo el arquitecto limeño Iván Macha, me narraba un hecho curioso: había visitado una tienda de textiles indígenas en un portal de la plaza y al preguntar por la procedencia de tan bellos ponchos, una anciana, probablemente la propietaria, se había negado a darle información, arguyendo que ella no lo sabía y que ni los mismos “indios” lo sabían, pues eran “ignorantes, ociosos, ladrones, mentirosos y degenerados”. Que yo recuerde, esa señora posee un Museo Textil en Plateros y ha hecho fortuna con “esas cosas de indios”, tenía una tienda en Santa Clara, en el local de la Municipalidad y se opuso tercamente a que fuera demolido para la construcción de un parque. En ese establecimiento, un solo poncho, -adquirido por nada a algún campesino-, se vende a doscientos o trescientos Dólares. Pero, la mentalidad feudal o gamonal y racista de la dueña no le permite tener un poquito de gratitud con nuestros hermanos andinos. Así como esta señora, todavía en pleno siglo XXI, hay gente que por ignorancia o estupidez, continúa segregando al “indio”, aún engordando y enriqueciéndose a su costa.
Por esta razón, me empeñé a que el amigo Macha se quedara un día más en esta ciudad con la finalidad de asistir a la presentación teatral de la magnífica obra: “La Controversia de Valladolid”, obra que cayó como anillo al dedo para encontrar el origen de esa mentalidad feudal que se resiste a la extinción y pervive en algunas viejas y vejetes cusqueños, pues nació en tiempos de la invasión castellana como ideología de una fracción reaccionaria del clero hispano que creía que la esclavización, masacre y genocidio de los indígenas americanos, perpetrados por los soldado adoradores del oro que se apodaban a sí mismos “cristianos”, era una obra dirigida por la mano de Dios, pues éste les había encargado “evangelizar” a sangre y fuego, con espadas trabucos y cañones.
Se decía que en la Biblia nada había escrito sobre el “indio”, por lo que, probablemente, “no poseía alma, ni sentimientos” y, cosa peor y abominable: adoraba al “demonio” con idolatría y ritos.
Para Ginés de Sepúlveda, un detractor gratuito del indio americano, era un mandato divino el hecho de azolar pueblos, degollar seres humanos, trozándolos en pedazos para alimentar a sus perros, lanceando a los niños y cercenado senos y despanzurrando a las mujeres gestantes. Todas esas atrocidades eran obra divina, en honor a Jesucristo, pues había que castigar a esos seres “inferiores”, que desconocían o se resistían a recibir el “evangelio” y al “Dios único y verdadero”, y que, además, se empeñaban, tercamente, a vivir sin la “luz” de la “verdadera religión”, persistiendo en sus supersticiones.
Contra toda esa ignominia se alzó un hombre santo y sensato, el padre Bartolomé de las Casas y opuso su alegato de defensa del indígena americano contra la perorata racista de Ginés de Sepúlveda, en la famosa “Controversia de Valladolid”.
Al anochecer, fuimos a presenciar la obra puesta en escena en el Teatro Municipal, en ella, excelentes actores cusqueños dieron vida a la polémica crucial realizada en 1550, -hace 450 años-, en el recinto de un convento español, ante un cardenal enviado desde Roma por el propio Papa.
Esta admirable obra fue escrita por Jean Claude Carriere, su idioma original es el francés y fue traducida por Manuel Chaparro; la presenta un colectivo de grupos teatrales cusqueños tales como: Teatro Impulso, Grupo Darte, Desnudoteatro, Volar distinto, Teatro de Barro y Teatro Trashumante. Y es un gran acierto, por la calidad interpretativa de sus actores, por el profesionalismo demostrado sobre las tablas.
Se subleva el espíritu al escuchar la virulencia y la ignominia de las palabras pronunciadas por Sepúlveda, sosteniendo tales aberraciones amparadas en tesis aristotélicas de la inferioridad de ciertas razas: “nacidas para obedecer” y ser esclavas; negando humanidad a otros semejantes, a quienes, para evangelizarlos, había que someterlos, primero, a la más despiadada esclavitud.
Ante esas sinrazones, el fraile dominico Bartolomé de las Casas, el autor de la “Brevísima relación de la destrucción de la Indias”, con los evangelios en la mano y libros enteros de testimonios y crónicas de la destrucción del continente y sus pobladores nativos, oponía su dialéctica, esgrimiendo la doctrina del amor y fraternidad humanas de Cristo y sus seguidores como Pablo de Tarso, que incluían, sin restricción alguna, a los hombres de todas las razas y naciones.
¿Cómo predicar amor, fraternidad, vida eterna cuando hablan los cañones, las espadas, los cuchillos y corre la sangre de infelices inocentes? – Se preguntaba De las Casas-, exigiendo que termine tanto horror.
Las escenas desgarradoras y desnudas de esta obra, impresionaron a los asistentes, pues el tema les tocaba los cordajes más íntimos del alma. Nuestro amigo el “indio” Macha, talentoso artista y arquitecto, profesor universitario, defensor de todo lo andino e indígena, lloraba de emoción e indignación, como mucha gente que presenciaba esta actuación. Así el arte cumplía su papel educador de multitudes, sensibilizador y modelador de espíritus, imprimiendo imágenes, diálogos actitudes y escenas imborrables en la memoria de los espectadores.
Nada más elocuente, nada más subversivo, o mejor dicho, sublevante, que esta obra señera y fundamental para el reconocimiento del trauma, aún no resuelto, de la conquista; magistralmente interpretado por actores de primera línea como: Luis Castro García (Prelado enviado por Roma); Francisco León Farfán, (Ginés de Sepúlveda) o Humberto Chaparro (toda una revelación actoral en el personaje de Fray Bartolomé de las Casas) y el elenco de actores y personal técnico de apoyo.
Ha sido un acierto de la nueva administración municipal el haber hecho este regalo gratuito a la población cusqueña, gracias al empeño de la propia alcaldesa Sra. Marina Sequeiros y el funcionario Sr. Edwin Flórez, quienes, al final del evento, invitaron un vino en honor de los esforzados actores de esta “Controversia”.
La obra es un medio de reflexión de crítica moral y ética que contribuye al reforzamiento de nuestra identidad y, por esas virtudes, debería ser mostrada a las grandes masas populares en las ciudades de la región y en los rincones apartados de las comunidades campesinas tanto de nuestro departamento como del país entero.
“La controversia de Valladolid” en el teatro, es el mejor antídoto para acabar con el espíritu retardatario, reaccionario, racista, anticristiano y feudal que, infelizmente, todavía subsiste en cada uno de nosotros. Pues en el taxi, en los micros, en los mercados, en la tienda de la vieja que vende ponchos o en los elegantes salones de algún Club del Cusco; sin vernos el color de la piel, sin medir el porcentaje de sangre india que corre por nuestras venas mestizas, y, en un país en el que, “si no tienes de inga, tienes de mandinga”, continuamos discriminando y espetando, como el peor de los insultos para con nuestros semejantes, eso de: “Indio de mierda”. Contra, por sí acaso.
“LA CONTROVERSIA DE VALLADOLID” EN ESCENA
Escribe: Julio Antonio Gutiérrez Samanez
Era la mañana de un sábado soleado en la plaza de armas del Cusco, mi amigo el arquitecto limeño Iván Macha, me narraba un hecho curioso: había visitado una tienda de textiles indígenas en un portal de la plaza y al preguntar por la procedencia de tan bellos ponchos, una anciana, probablemente la propietaria, se había negado a darle información, arguyendo que ella no lo sabía y que ni los mismos “indios” lo sabían, pues eran “ignorantes, ociosos, ladrones, mentirosos y degenerados”. Que yo recuerde, esa señora posee un Museo Textil en Plateros y ha hecho fortuna con “esas cosas de indios”, tenía una tienda en Santa Clara, en el local de la Municipalidad y se opuso tercamente a que fuera demolido para la construcción de un parque. En ese establecimiento, un solo poncho, -adquirido por nada a algún campesino-, se vende a doscientos o trescientos Dólares. Pero, la mentalidad feudal o gamonal y racista de la dueña no le permite tener un poquito de gratitud con nuestros hermanos andinos. Así como esta señora, todavía en pleno siglo XXI, hay gente que por ignorancia o estupidez, continúa segregando al “indio”, aún engordando y enriqueciéndose a su costa.
Por esta razón, me empeñé a que el amigo Macha se quedara un día más en esta ciudad con la finalidad de asistir a la presentación teatral de la magnífica obra: “La Controversia de Valladolid”, obra que cayó como anillo al dedo para encontrar el origen de esa mentalidad feudal que se resiste a la extinción y pervive en algunas viejas y vejetes cusqueños, pues nació en tiempos de la invasión castellana como ideología de una fracción reaccionaria del clero hispano que creía que la esclavización, masacre y genocidio de los indígenas americanos, perpetrados por los soldado adoradores del oro que se apodaban a sí mismos “cristianos”, era una obra dirigida por la mano de Dios, pues éste les había encargado “evangelizar” a sangre y fuego, con espadas trabucos y cañones.
Se decía que en la Biblia nada había escrito sobre el “indio”, por lo que, probablemente, “no poseía alma, ni sentimientos” y, cosa peor y abominable: adoraba al “demonio” con idolatría y ritos.
Para Ginés de Sepúlveda, un detractor gratuito del indio americano, era un mandato divino el hecho de azolar pueblos, degollar seres humanos, trozándolos en pedazos para alimentar a sus perros, lanceando a los niños y cercenado senos y despanzurrando a las mujeres gestantes. Todas esas atrocidades eran obra divina, en honor a Jesucristo, pues había que castigar a esos seres “inferiores”, que desconocían o se resistían a recibir el “evangelio” y al “Dios único y verdadero”, y que, además, se empeñaban, tercamente, a vivir sin la “luz” de la “verdadera religión”, persistiendo en sus supersticiones.
Contra toda esa ignominia se alzó un hombre santo y sensato, el padre Bartolomé de las Casas y opuso su alegato de defensa del indígena americano contra la perorata racista de Ginés de Sepúlveda, en la famosa “Controversia de Valladolid”.
Al anochecer, fuimos a presenciar la obra puesta en escena en el Teatro Municipal, en ella, excelentes actores cusqueños dieron vida a la polémica crucial realizada en 1550, -hace 450 años-, en el recinto de un convento español, ante un cardenal enviado desde Roma por el propio Papa.
Esta admirable obra fue escrita por Jean Claude Carriere, su idioma original es el francés y fue traducida por Manuel Chaparro; la presenta un colectivo de grupos teatrales cusqueños tales como: Teatro Impulso, Grupo Darte, Desnudoteatro, Volar distinto, Teatro de Barro y Teatro Trashumante. Y es un gran acierto, por la calidad interpretativa de sus actores, por el profesionalismo demostrado sobre las tablas.
Se subleva el espíritu al escuchar la virulencia y la ignominia de las palabras pronunciadas por Sepúlveda, sosteniendo tales aberraciones amparadas en tesis aristotélicas de la inferioridad de ciertas razas: “nacidas para obedecer” y ser esclavas; negando humanidad a otros semejantes, a quienes, para evangelizarlos, había que someterlos, primero, a la más despiadada esclavitud.
Ante esas sinrazones, el fraile dominico Bartolomé de las Casas, el autor de la “Brevísima relación de la destrucción de la Indias”, con los evangelios en la mano y libros enteros de testimonios y crónicas de la destrucción del continente y sus pobladores nativos, oponía su dialéctica, esgrimiendo la doctrina del amor y fraternidad humanas de Cristo y sus seguidores como Pablo de Tarso, que incluían, sin restricción alguna, a los hombres de todas las razas y naciones.
¿Cómo predicar amor, fraternidad, vida eterna cuando hablan los cañones, las espadas, los cuchillos y corre la sangre de infelices inocentes? – Se preguntaba De las Casas-, exigiendo que termine tanto horror.
Las escenas desgarradoras y desnudas de esta obra, impresionaron a los asistentes, pues el tema les tocaba los cordajes más íntimos del alma. Nuestro amigo el “indio” Macha, talentoso artista y arquitecto, profesor universitario, defensor de todo lo andino e indígena, lloraba de emoción e indignación, como mucha gente que presenciaba esta actuación. Así el arte cumplía su papel educador de multitudes, sensibilizador y modelador de espíritus, imprimiendo imágenes, diálogos actitudes y escenas imborrables en la memoria de los espectadores.
Nada más elocuente, nada más subversivo, o mejor dicho, sublevante, que esta obra señera y fundamental para el reconocimiento del trauma, aún no resuelto, de la conquista; magistralmente interpretado por actores de primera línea como: Luis Castro García (Prelado enviado por Roma); Francisco León Farfán, (Ginés de Sepúlveda) o Humberto Chaparro (toda una revelación actoral en el personaje de Fray Bartolomé de las Casas) y el elenco de actores y personal técnico de apoyo.
Ha sido un acierto de la nueva administración municipal el haber hecho este regalo gratuito a la población cusqueña, gracias al empeño de la propia alcaldesa Sra. Marina Sequeiros y el funcionario Sr. Edwin Flórez, quienes, al final del evento, invitaron un vino en honor de los esforzados actores de esta “Controversia”.
La obra es un medio de reflexión de crítica moral y ética que contribuye al reforzamiento de nuestra identidad y, por esas virtudes, debería ser mostrada a las grandes masas populares en las ciudades de la región y en los rincones apartados de las comunidades campesinas tanto de nuestro departamento como del país entero.
“La controversia de Valladolid” en el teatro, es el mejor antídoto para acabar con el espíritu retardatario, reaccionario, racista, anticristiano y feudal que, infelizmente, todavía subsiste en cada uno de nosotros. Pues en el taxi, en los micros, en los mercados, en la tienda de la vieja que vende ponchos o en los elegantes salones de algún Club del Cusco; sin vernos el color de la piel, sin medir el porcentaje de sangre india que corre por nuestras venas mestizas, y, en un país en el que, “si no tienes de inga, tienes de mandinga”, continuamos discriminando y espetando, como el peor de los insultos para con nuestros semejantes, eso de: “Indio de mierda”. Contra, por sí acaso.
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